Los que me conocéis o lleváis tiempo rondando este blog habréis oído o leído alguna frase acerca de lo difícil que me resulta escribir aquí. No digo que se me de mal, no creo que gane nunca el pulitzer, pero la mayoría de veces me explico mejor con un teclado que en persona. Debe de ser algo relacionado con la memoria visual, quizás al ver las palabras delante soy capaz de ordenarlas con mayor coherencia que si las voy soltando por mi boca. Imaginad por un momento a alguien que se levanta de la silla cada diez minutos, nueve de los cuales se los pasa moviendo compulsivamente la pierna, y mientras tanto, no paran de vibrar los «tropecientos» gadgets que invaden mi mesa de «trabajo». Esa imagen es la del bloguero que os escribe. Si algo requiere la escritura es concentración, que por desgracia no me dieron al nacer, pero de su hermana «la distracción» me colmaron.
Escribir un artículo, ya sea sobre un reloj o una «bolada» mental, me cuesta más horas de las necesarias, no el hecho de escribirlo en sí mismo, sino por el excesivo tiempo entre que ya tengo la idea sobre lo que escribir y el primer párrafo cobra por fin forma. Es como si mi cabeza tuviera que dejar madurar esa idea hasta que pueda vomitarla de una sola vez. Esa lentitud a la hora de lanzar un post hace que cada vez que me enfrento al «folio en blanco» me sienta igual que al salir de una lesión: gordo, lento y totalmente fuera de forma. Recordemos que no soy escritor, junto letras y cuento cosas, pero hay mucha distancia entre lo que hace un escritor y lo que yo hago, por eso en cada artículo (incluso éste) me sigue pareciendo un reto darle forma y que pueda decirse una vez terminarlo que está completo. Si pudiera elegir, y a alguno ya se lo he comentado, me gustaría ser redactor jefe, si es que los redactores jefes hacen lo que yo me imagino que hacen, ordenar a otros que escriban lo que ellos quieren. Me emociono con la simple idea de que alguien pudiese escribir todos los borradores que tengo guardados, en los que sólo hay un título y media frase tipo: «escribir sobre cómo los anuncios de caballos pueden ser mucho mejores si les añades un panda». En realidad todo es mejor si le añades un oso panda, incluso con un koala.
Me cuesta parir (con dolor) cada post, y antes de empezar a teclear siempre tengo miedo a que no salga algo decente. Miedo antes e inseguridad una vez escrito, pensando si no habrá sido una rayada mental sin sentido que no le interesará a nadie. Por eso me alegro cuando a alguien le gusta lo que escribo. Sería muy hipócrita por mi parte negarlo, no tengo un blog para escribir mis pensamientos íntimos sin importarme cuantos lo lean o que opinen de lo que escribo. Respeto al que lo entienda así, pero internet e íntimo, por muy cerca que estén en el diccionario, son claros antónimos. Tengo «ego de bloguero». Cuando escribo espero que le guste al que lo lea, no digo que comparta mi opinión o que esté de acuerdo al 100%, pero que al menos no crea que ha perdido el tiempo leyéndome. Por esa razón, y realmente es lo que trataba de poner por escrito en este post, quería dar las gracias a todos los que alguna vez, además de emplear el tiempo en leerme (que ya es de agradecer con la cantidad inasumible de artículos y post que se publican cada día), también os paráis a decirme que os ha gustado lo que habéis leído.
Gracias.
Gracias a ti.
Gracias por compartir tus experiencias, gracias por compartir tus pensamientos.
Gracias mil.
Aquí uno que nunca las da
Muy bien escrito a la vez que sincero.
Sigue así!