Supongo que mientras pintaban los bisontes en las cuevas de Altamira, llegaría un «Cuñado» diciendo que en la cueva del asentamiento de al lado ya había animales pintados en la pared. El artista, uno de los primeros de la historia, probablemente sin saber que también estaba ante uno de los primeros críticos de la historia, le respondería que el estaba realizando algo distinto, que utilizaba colores, mezclando trazos gruesos con finos y que aportaba su propia visión a la hora de representar la belleza de ese peludo, a la par que sabroso, animal. Esa explicación seguramente no convenció al «cuñado», aún hoy, no se conoce ningún caso en el que un cuñado haya cambiado de opinión (o al menos que lo haya admitido en público). Quizás una pedrada a tiempo hubiera sido mejor. En esa época las cosas se solucionaban a pedradas o a palos (que poco hemos cambiado), no había los juzgados colapsados ni doctrinas Botín que te librarán de una buena pedrada. Además esa pedrada, la pedrada prehistórica, podría haber cambiado el rumbo de la historia humana. Si el artista se hubiera ahorrado las inútiles explicaciones ahora estudiaríamos en el colegio la extinción de los cuñados y sacaríamos a pasear a nuestro dinosaurio para que haga sus necesidades de media tonelada de peso en el jardín del vecino. ¡Lo que puede hacer una pedrada a tiempo! (o auto-pedrada).
La verdad es que este artículo no trata sobre cuñados y mucho menos sobre arte rupestre. La idea de este post era hablar sobre la «Re-creatividad», un «palabro» inventado para definir la creación de nuevo contenido, obra artística o cualquier idea a partir de uno ya existente. No hablo de inspirarte en un artículo para escribir otro similar o sobre el mismo tema, más bien de volver a escribir el Quijote pero ambientarlo en nuestra época (me lo apunto en mi lista de ideas imposibles). Esto es algo que en la música sucede continuamente. Una misma canción cambia por completo al ser interpretada (o re-interpretada) por un artista, también si lo hace un «no tan artista» en un karaoke a las tantas de la madrugada. Puede parecer que el proceso de creación partir de una obra ya consagrada es tarea fácil, pero la verdad es que es justo lo contrario, si no, que se lo digan a George Lucas con su Episodio I. Crear algo nuevo y sorprendente de algo ya conocido por la mayoría del público tiene mucho de reinventarse uno mismo. Un proceso complejo, que te pone delante de una obra a la que su creador ya le ha dado miles de vueltas y que el resto ya tenemos dentro de nuestros esquemas mentales con una sonoridad o imagen preconcebida. Algo similar a lo que ocurre cuando cambian al actor de doblaje de Bruce Willis o no nos cuadra el actor de la adaptación de un libro que leímos de pequeños.
Pero cuando alguien consigue dar su toque personal a una obra de arte de hace quinientos años, a una noticia que dejó de ser noticia, dar un ritmo distinto a una canción que ya ha vendido miles de discos o añade su condimento secreto a una receta que ya de por si era buena, a veces, y solo a veces, surge la magia. Si hablamos de re-invención y re-creatividad, quién mejor que David Bowie para ejemplificar lo que estoy intentando explicar. Además de reinventarse a si mismo en más de una ocasión, su canción «Space Oddity» nos sirve de hilo para comprobar con nuestros propios ojos como el proceso de creación a partir de la misma obra da como resultado experiencias muy distintas.
Space Oddity, Video-clip original (1969)
Space Oddity, versión de Chris Hadfield (Astronauta) desde la Estación Espacial Internacional.
Space Oddity, versión ilustrada por Andrew Ruttan
La misma canción y tres formas distintas de acercarnos a ella y, con casi total seguridad, generando respuestas emocionales muy distinta en cada una de las obras.
En resumen, en el proceso de creación o re-creación, creo que el elemento principal de innovación lo aporta el propio creador. Al final, cada persona es distinta y en todo lo que escribimos, pintamos o cocinamos hay una parte importante de nuestra personalidad y lo que nos rodea en ese momento concreto.
Puede que este post no sea más que un recordatorio personal para no apartar artículos, proyectos o historias que otros ya hayan desarrollado o intentado hacerlo. Como en los cuentos, aun sabiendo de antemano que el lobo es quien se esconde bajo la apariencia de la abuelita, quien nos lo cuenta es el que tiene el poder de sobrecogernos ante la posibilidad de ese trágico final.
Como cuando ves una peli o serie sobre un libro, intento verla como una obra nueva, como una reinterpretación de una idea-tema para mayor disfute y sabor.
Pero no es fácil, pocas veces llegan a mejorar el rollo que te habías montado en tu cabeza al leer el libro, eso sí, cuando lo hacen, mola mucho.